8 de Octubre de 2024
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junio 29, 2022 9 min
Empresas que dan al mundo más de lo que le quitan
Debemos entender que vivimos más allá de los límites planetarios, nos jugamos mucho, y por eso necesitamos pasar de un impacto neto cero a un impacto neto positivo.
La búsqueda del impacto neto cero
En 2015, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP21, 193 países firmaron el denominado Acuerdo de París con el objetivo de poner freno al calentamiento global. Entre otras medidas, los firmantes se comprometían a “lograr un equilibrio entre las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero y su absorción en la segunda mitad de este siglo”. Es decir, alcanzar un nivel de cero emisiones netas alrededor de mediados de siglo.
Han pasado casi siete años.
En noviembre de 2021, en la COP26, los firmantes del Pacto de Glasgow para el Clima manifestaban su grave preocupación por las conclusiones del informe de síntesis sobre las contribuciones de los países a los objetivos del Acuerdo de París. De seguir la tendencia, las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 superarán en un 13,7% los niveles de 2010.
Es decir, no avanzamos. O no lo hacemos a la velocidad que necesitaríamos hacerlo.
Y eso a pesar de que la sensibilidad de la sociedad por este tema parece que cada vez es mayor:
En 2018 estudiantes de varias grandes écoles francesas, HEC Paris, AgroParisTech, CentraleSupélec, Ecole Polytechnique y ENS Ulm, publicaron en internet un manifiesto estudiantil para un despertar ecológico (Manifeste Étudiant pour un Réveil Écologique). Los más de 30.000 firmantes se comprometían a aprovechar el margen de acción del que disfrutan como estudiantes (y futuros trabajadores) para crear conciencia entre sus futuros empleadores de la necesidad de colocar la lógica ecológica en el centro de sus organizaciones y de sus actividades.
En 2019 Greta Thunberg estuvo nominada para el Nobel de la Paz, y la revista Time la nombró persona del año.
Según el Barómetro de la confianza publicado por Edelman el pasado mes de enero, más de la mitad de los ciudadanos compran o recomiendan marcas (58%), eligen las empresas para las que trabajan (60%) o toman sus decisiones de inversión (64%) en base a sus creencias y valores. En el caso de los inversores institucionales, el 88% dice someter las cuestiones medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) al mismo nivel de escrutinio que utiliza con las cuestiones operativas o financieras.
En primavera de este año, la película Don’t Look Up, dirigida por Adam McKay y protagonizada por Leonardo di Caprio y Jennifer Lawrence, una metáfora de la falta de acción de las sociedades y los gobiernos frente a la catástrofe climática, estuvo nominada al Oscar a la mejor película.
Son solo algunos ejemplos.
¿Entonces por qué no avanzamos?
Seguramente no haya un único motivo. Quizá esa creciente sensibilidad por las cuestiones medioambientales que observamos a nuestro alrededor sea cosa solo de países ricos. Tal vez el cortoplacismo y la codicia de un número importante de empresarios y el consumismo (o la falta de capacidad adquisitiva) de un número importante de ciudadanos haga a unos y a otros insensibles a estos temas. Puede, además, que las tecnologías para retirar gases de efecto invernadero de la atmósfera no sean ninguna panacea.
Pero también podría ser que la propia idea de “cero emisiones netas” oculte una peligrosa trampa. Saber que podemos compensar las emisiones de gases de efecto invernadero de alguna manera o retirarlas de la atmósfera utilizando diferentes métodos, nos tranquiliza y nos quita sentido de la urgencia. Si eso, ya lo arreglaremos…
Nos olvidamos de que, cuanto más tiempo continuemos emitiendo a la atmósfera gases de efecto invernadero, los daños serán mayores y más difícil será repararlos.
Es como salir a empatar en un partido de fútbol. Las probabilidades de perder se multiplican.
But there is no planet B.
La alternativa es un impacto neto positivo
Lo podéis leer en la web de una marca de lejía:
“Hemos pasado los últimos diez años librando una guerra contra el saneamiento inseguro y hemos ayudado a 28 millones de personas a tener acceso a baños más limpios y seguros. Ahora hemos restablecido nuestro objetivo a 100 millones de personas más para 2030”.
En la web de una marca de jabón para manos, toallitas húmedas y gel desinfectante:
“Cada año, 2 millones de niños menores de 5 años mueren de infecciones como diarrea y neumonía. Durante los últimos 10 años, el jabón (…) ha tratado de ayudar a prevenir estas muertes enseñando a los niños el simple acto de lavarse las manos con jabón”.
En la web de una marca de mayonesa:
“Creemos que la comida es demasiado buena para desperdiciarla. Con nuestros productos llegando a los hogares de millones de personas en todo Estados Unidos, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de generar conciencia sobre el problema del desperdicio de comida y ayudar a las personas a ser más ingeniosas con sus alimentos”.
¿Qué tienen en común esas tres marcas?
Las tres son marcas con un propósito trascendente (dar a millones de personas acceso a baños limpios y seguros, ayudar a que más niños lleguen a cumplir cinco años, reducir el desperdicio de alimentos), que han sabido hacer de esos propósitos el núcleo central de sus modelos de negocio. Además, las tres son parte del portfolio de Unilever, la compañía de la que Paul Polman, actualmente autor, inversor y activista de la sostenibilidad corporativa, fue CEO entre 2009 y 2018, período en el que, entre otras cosas, logró incrementar el rendimiento de sus accionistas en un 300 %, que su empresa ocupara el primer lugar en el mundo en sostenibilidad durante once años, y que se convirtiera en el tercer empleador más deseado del mundo después de Google y Apple.
¿Cómo consiguió esta “cuadratura del círculo”?
Ayer tuve la oportunidad de asistir a una sesión organizada por IESE Business School para sus antiguos alumnos en su campus de Barcelona en la que Paul compartió varias de las ideas fuerza que recoge en su reciente libro Net Positive: How Courageous Companies Thrive by Giving More Than They Take (Harvard Business Review Press, 2021), del que es coautor junto con Andrew Winston, uno de los principales referentes mundiales en el campo de la sostenibilidad empresarial, y que acaba de publicarse en España bajo el título Impacto neto positivo: cómo las empresas valientes prosperan dando más de lo que reciben (Profit editorial).
Para Polman, el compromiso de las empresas con unas menores emisiones o menos residuos está bien, pero no es suficiente. No hacer daño (o no hacer más daño) no es suficiente. Debemos entender que vivimos más allá de los límites planetarios, nos jugamos mucho, y por eso necesitamos pasar de un impacto neto cero a un impacto neto positivo. ¿Porque si no nos ocupamos de la necesidad más importante que es el futuro de la humanidad, qué más dan las otras necesidades de las personas que decimos que resolvemos en nuestras empresas?
Las empresas del futuro obtendrán beneficios arreglando los problemas del planeta, no creándolos. Primero cura al mundo y como resultado satisfarás a tus inversores (y darás rienda suelta a la innovación, generarás confianza, atraerás mejores personas, emocionarás a tus clientes…), y ayudarás a crear sociedades más fuertes e inclusivas y un planeta más saludable.
Para Polman el desafío de la sostenibilidad representa la mayor oportunidad económica de nuestro tiempo. Pero para aprovechar esta oportunidad las empresas necesitan tomar responsabilidad de su impacto total en el mundo, con independencia de que sea o no intencionado. Necesitan pasar de la “responsabilidad social corporativa” (CSR) a convertirse en “corporaciones sostenibles responsables”.
Los beneficios son importantes, pero llegarán. Polman los compara con los glóbulos blancos: “Los beneficios son como los glóbulos blancos en la sangre. Los necesitas para vivir pero tú no tienes que vivir para ellos”.
Aunque para llegar ahí es necesario un cambio de mentalidad, que es lo que Paul y Winston buscan con su libro, y que es lo que reflejan, por ejemplo, los “propósitos” de las tres marcas que os mostraba anteriormente.
Mentalidad y mucha coherencia. Porque hemos llegado a un punto en el que el greenwashing ya no cuela.
Si se trata de buscar ideas sostenibles que hagan nuestro negocio más fuerte, en Unilever, por ejemplo, utilizan un “green funnel” a través del cual todos los nuevos proyectos se filtran en función de su impacto medioambiental. Como también se preocupan por el impacto de los instrumentos en que invierten su tesorería, o su fondo de pensiones, y prestan atención a con qué otras marcas trabajan las agencias de publicidad con las que colaboran…
Lo explica muy bien Roman Krznaric, filósofo y Research Fellow en la Long Now Foundation, en su libro The Good Ancestor:
“A pesar de que vivimos en un «cortoplacismo frenético», sujetos a la tiranía de lo inmediato, de que los políticos apenas miran más allá de las próximas elecciones o la última encuesta de opinión. de que las empresas son esclavas del próximo informe trimestral de resultados y de la opinión de los analistas bursátiles, de que los Estados debaten en foros internacionales sobre sus intereses a corto plazo, mientras el planeta se deteriora y las especies desaparecen, y de que nuestra cultura de gratificación instantánea nos hace sufrir una sobredosis de comida rápida, mensajes de texto rápidos y el botón «compra ahora», todavía hay esperanza. Estamos a tiempo de que las generaciones que están por venir en el futuro nos vean como unos «buenos antepasados» y no como una generación egoísta que les condenó a una peor vida”.
Ayer Polman dijo que “es la responsabilidad de las empresas dar un paso adelante”.
Hace años Noam Chomsky decía en referencia a los intelectuales, aunque también puede aplicarse a los líderes de las empresas (y a cualquier persona que disfrute de una condición privilegiada):
“El privilegio produce la oportunidad, y la oportunidad confiere responsabilidades. Entonces un individuo tiene opciones”.
Opciones de hacer algo. De dar al mundo más de lo que le quitamos. A lo que se comienza, como todo en esta vida, dando un primer paso.
Como Polman y Winston señalan en su libro: “ninguna empresa ha alcanzado el ambicioso objetivo de convertirse en neta positiva. Sin embargo, un número creciente ha comenzado el viaje, lo que ha generado un mayor valor para sus empresas y está ayudando a resolver los problemas más grandes en beneficio de todos”.
***
Photo Alisdare Hickson
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