El desarrollo de los futuros líderes de la empresa, el deseo de imbuir una mentalidad global en la organización, el control de filiales en el extranjero, la transferencia de tecnología, la apertura de nuevas operaciones o adquisiciones de empresas en el exterior son varios de los retos que llevan a una compañía a tomar la decisión de enviar a algunos de sus empleados a trabajar a otro país. Sin embargo, en el momento de trasladar a la acción esa decisión, muchas empresas se tropiezan con que la movilidad internacional de sus empleados deja bastante que desear, lo que dificulta la planificación de su capital humano, el despliegue de estrategias globales y el control y coordinación de sus operaciones internacionales.