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junio 4, 2020 9 min

Volver a lo básico es lo más innovador que se puede hacer ahora

Tanto machacar con lo de la capacidad de adaptación que tal vez nos estamos adaptando demasiado.

Volver a lo básico es lo más innovador que se puede hacer ahora

Amalio Rey

Un contenido de Amalio Rey

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Los hypes y las modas están haciendo mella en la ansiedad de la gente. Volvemos de nuevo a querer ajustar nuestros comportamientos a todo lo que se mueve, sin saber bien su naturaleza, ni si son giros coyunturales.

El relato monocorde a favor de la hiperagilidad está siendo tan insistente en tiempos de Covid, que empiezo a pensar que hace falta más criterio para quedarse quieto y consolidar lo que hacemos bien, lo importante que se espera de nosotros, que para lanzarse a crear cosas nuevas. Saber ver hoy lo que se mantiene, lo bueno esencial que permanece, puede ser un desafío mayor, una capacidad que denote más inteligencia y pensamiento crítico, que demostrar tanta rapidez para adaptarse a unos supuestos cambios que nadie sabe a ciencia cierta cómo van a ser.

Dice Alejandro Dolina que “la ignorancia es mucho más rápida que la inteligencia”, porque siempre va a gran velocidad y llega primero a todos los sitios. Es eso. El ambiente presiona a salir corriendo, así que no deja tiempo apenas para pensar en qué dirección. Yo, en ese caso, prefiero quedarme tranquilo, observar con atención, hacer probaturas muy baratas por seguir abriendo opciones pero sin comprometer nada hasta que el panorama se aclare. Invertir tiempo, en mi caso, para el desarrollo de ciertas capacidades entraña un coste de oportunidad que prefiero medir con prudencia.

Lo único que tengo claro es que, para bien y para mal, después de la Covid19 vamos a seguir siendo los mismos humanos que éramos antes. Por eso, hoy que hay tantas marejadas (reales e imaginadas), lo mejor que se puede hacer es poner la vista en puntos fijos del horizonte, en esos atributos y reclamos que vale la pena cuidar y recuperar. Le llaman estrategia, que sigue siendo válida en tiempos VUCA.

Pondré un ejemplo. Leía el otro día un buen post de Carlos Magro sobre la escuela, la bendita escuela, en el que contaba que alguna gente sobreexcitada con el impacto del confinamiento (el calificativo es mío, Carlos no suele hablar así) ha decretado el fin de la escuela porque como “el futuro ya llegó”, le parece una institución anticuada, de otro tiempo. Es un buen ejemplo de lo radicales (o superficiales) que somos imaginando el mañana y lo fácil que nos dejamos influir por marejadas sobrevenidas. Tanto Carlos como yo sabemos que la Covid no se va a cargar a la escuela porque, como él me decía, “innovar siempre es dialogar con la tradición” y cuando eso se hace bien, descubres que hay rasgos esenciales de la tradición educativa que siguen siendo muy válidos y que en lugar de suprimirlos, los tienes que reforzar, mejorar y consolidar. Uno de ellos es la escuela como sitio físico y mental.

No es un caso aislado. Todos los días leo la vorágine de cambios que según los “expertos” se nos vienen encima en todos los sectores. Los pronósticos post-Covid me aburren. Ya ni los leo. Todo/as tenemos que salir corriendo ya. El relato amenazante de la innovación disruptiva está de carnaval, la retórica del “todo va a cambiar” o del “nada de esto servirá ya” produce hiperactividad. Nadie se salva ?

A la incertidumbre se añade el factor negocio. Le decía a Julen que la organización post-pandémica se va a parecer mucho más a la pre-pandémica que lo que las grandes consultoras como McKinsey predicen. Eso es así porque a estas les interesa amplificar el cambio ya que es su negocio: ayudarte a cambiar. No digo que nos engañen, sino que exageran. Por eso hay que leerlas sabiendo que hay conflictos de interés en sus pronósticos y recomendaciones. Siempre venderán más necesidad de cambio del que hay y, como era de esperar, se quedarán cortas recetando un tipo de cambio más sistémico que pone en entredicho su propia identidad como gran corporación capitalista.

Creo que hay un exceso de ruido en los pronósticos y en los reclamos. Tanta distracción cognitiva, que desvía la mirada hacia lo periférico, exige cada vez más disciplina volver al centro, discriminar entre lo importante y lo accesorio, tomar distancia y ver las cosas con perspectiva. El pensamiento “esencialista” me parece de una fuerza y elegancia brutal. No dejarse marear por los remolinos superficiales y sumergirse en los cimientos, para entenderlos y reforzarlos, me parece una habilidad cada vez más relevante en estos tiempos.

No estoy invitando a evitar el cambio, ni a acomodarse. Solo digo que conviene tranquilizarse un poco. Unos tendrán que moverse más y otros menos pero la observación de calidad necesita pausa. Volver-a-lo-básico puede significar que tienes que cambiar pero no suele ser así. Casi siempre consiste en quitar florituras y recuperar esencias. También necesitamos reflexionar sobre la velocidad y el sentido que tiene ésta en nuestras vidas. En ciertos ámbitos quizás sea mejor caminar mucho más despacio, volver a los senderos de a pie, dejar el coche y las autopistas. Por ejemplo, en todo lo que tiene que ver con la gobernanza (personal y pública) de la tecnología o en la forma en que estamos tratando a nuestros mayores. También en discernir lo que nos hace realmente bien como personas, que no es ninguna tontería.

Suena contraintuitivo pero ser hoy “adaptativo” puede significar no cambiar en muchos aspectos, porque con tanto remolino que te empuja a moverte en cualquier dirección, tienes que hacer algo para decir «sigo así que voy bien». Si adaptarse es hacer lo que más conviene en cada momento, tal vez eso que más conviene sea consolidar lo que ya vienes haciendo. Contado así puede sonar que no estás haciendo nada pero la paradoja está servida: centrarse en las cosas buenas que hacías y mejorarlas implica hoy un acto de resistencia.

Igual pasa con el relato. Abundan las palabras inútiles. Lo cool sin significado. Estamos en una época en la que coleccionamos eufemismos porque hay que inventar constantemente palabros nuevos. Es una guerra de naming para colonizar espacios únicos. Así que cuando ves a alguien que habla sencillo y usa las palabras justas, las de antes, las de siempre, recuperando si hace falta su significado original, sientes que es un acto valiente. El back to basics o “volver a lo básico” suena hoy lo más revolucionario que se puede hacer en medio de tanta turbulencia.

«Antes de volver afuera hay que regresar adentro«, dice Residente. Se me ha quedado grabada a fuego esa frase de su canción y su vídeo que es un homenaje a la sencillez, un chute de diversidad, una metáfora de «volver a lo básico» en forma de 113 besos. «Comenzar de nuevo», para mí, no es cambiarlo todo sino eso: «regresar adentro». Ahí lo dejo:

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Publicado originalmente en www.amaliorey.com

Amalio Rey es experto en modelos de innovación participativa basados en la lnteligencia Colectiva y en la creación de redes y ecosistemas de colaboración.

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